KITAI PRESENTA «KILL BILL» ft. TABURETE

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La dirección de KITAI no la marca el viento, la marca el olor a tierra quemada. Para no regresar por donde ya pasaron, se entiende. Para no regresar por donde ya pasaron todos los demás que terminaron despeñándose acantilado abajo lobotomizados como una pandilla de ‘lemmings’ tontos del culo, aclaremos.

No es lo fácil lo que mueve a Edu, Alex, Fabio y Deivhook. No es la autocomplacencia la que les trajo hasta aquí desde la nada en la que nacieron hace ya siete agotadores años de sudor, rabia y euforia. Siete años desesperados a vida o muerte en los que lo mejor que les ha podido pasar es cansarse de ellos mismos mucho antes de aburrir como la mayoría.

Es algo que les viene de serie y es lo que les hace respirar como peces fuera del agua con branquias que solo están en sus mentes. Eso es lo que les llevó después de terminar en La Riviera madrileña la gira de su segundo disco, ‘Pirómanos’ (2017, Entrebotones – Sony), a abrir la boca en busca de una bocanada salvadora que encontraron en Rayden o Fyahbwoy.

Esa determinación es la que les llevó a batir el Record Guinness a la primera banda que estuvo 24 horas tocando sin descanso, en su caso en la Sala El Sol de Madrid. Una gesta demente para la que contaron con amigos de la escena de todo tipo de grupos, condiciones y estados de ánimo. Cuanto más lejos de su movida mucho mejor. Cuanto más cercano más previsible.

En los más soterrados instintos de la más emblemática sala de Madrid, literalmente en el underground que aúlla por derrumbar el techo bajo el que habita. Allí nació ‘Kill Bill’, lo nuevo de KITAI. Porque allí fue donde Taburete estuvieron apoyando sin hacer preguntas, haciendo escena riéndose de las etiquetas. Allí se escribió la enésima página de la historia cultural española.

«Conectamos muy bien a nivel personal», remarcan todos a una KITAI, para luego argumentar: «Taburete son referente en el pop nacional y, aunque nuestros estilos son muy diferentes, tenemos muchas cosas que nos unen. Y ahí está la locura, ahí coexistimos en la magia».

Sus referencias claramente no son las mismas y, salvo curiosas excepciones dignas de escrutinio, tampoco sus seguidores. Y justo ahí está la chispa que provoca el cortocircuito: «Comentamos la idea de hacer el tema juntos y al instante nos pusimos manos a la obra compartiendo ideas sin parar. Siempre hemos pensado que de esto podía salir algo muy interesante».